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Artículo sobre la Nao San Juan de 1563


Txibi

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Saludos.

 

Como normalmente estas cosas en la prensa nacional no suele salir, pego el artículo aquí.

 

http://www.diariovasco.com/culturas/201602/12/factoria-suenos-20160211095631.html

 

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   Documentos encontrados por la historiadora Selma Huxley en la década de los setenta en Oñati propiciaron el posterior hallazgo de la Nao San Juan en la costa de Terranova. Treinta años después, Albaola la reconstruye a mano.

LAS CIFRAS:

 

29 metros de eslora total, 7,5m de manga y 6m de puntal conformando tres cubiertas. Su calado será de 4m.

 

540 metros cuadrados de paño aprovecharán los vientos y se necesitarán unos 6km de sogas de cáñamo para atar el velamen y otras estructuras.

 

200 robles de Sakana fueron donados para su construcción aunque se necesitarán más. La quilla (14,2m), es de haya.

 

 

   Cuarenta años atrás, en el archivo histórico de la antigua Universidad de Oñati, entre vetustos archivos cubiertos de polvo, la historiadora anglocanadiense Selma Huxley descubrió numerosas dataciones sobre expediciones pesqueras vascas a Terranova. Bajo el encargo del Gobierno de Canadá continuó sus indagaciones, que le llevaron hasta un documento descubierto en la Real Chancillería de Valladolid, que transcribía el pleito por el hundimiento de un ballenero vasco construido en Pasaia en 1563. Era la Nao San Juan. Este ballenero de 200 Tm, propiedad de Ramos de Arrieta, había sido pertrechado por dos destacados armadores donostiarras, Joanes de Portu y Miguel de Veroiz. En la aventura transoceánica, Portu ejerció como capitán de pesca de una expedición de tres naves, incluida la Nao San Juan, mientras el maestre de navío y encargado de la navegación rumbo a Terranova fue su propio dueño, Ramos de Arrieta, quien no la pudo hacer regresar.

 

   En octubre de 1565, en vísperas de zarpar a casa y repleto de aceite de ballena, una fuerte tormenta golpeó a la Nao San Juan. Su ancla no soportó el embate del oleaje y tras colisionar contra unas rocas, se fue a pique en una bahía conocida entonces como ‘Butus’. La nave zozobró, pero no se sumergió de inmediato. Joanes de Portu ordenó las maniobras para salvar los máximos enseres posibles. Rescató los palos, las vergas y las velas, mientras los marineros tuvieron tiempo para salvar la mayoría de sus objetos personales. No así la carga. Un magnífico botín de 1.000 toneles (valorados en 6 millones de euros actuales) del petróleo del siglo XVI. Un año más tarde, Portu volvió en la nao ‘Nuestra Señora de la Concepción’ y recuperó cerca de la mitad de la estiba.

 

   La partición del aceite de ballena recuperado fue motivo de disputa con la tripulación hasta que el caso llegó a los tribunales. Su archivo documental localizó el lugar del pecio en ‘Butus’, un topónimo misterioso que no se encontraba en ningún listado geográfico contemporáneo. Selma Huxley perseveró en sus pesquisas hasta toparse con el nombre en una cartografía del siglo XVI. Había descubierto la ubicación del mapa de un tesoro antropológico sin igual. ‘Butus’ concordaba a la perfección con Red Bay.

 

   En la actualidad, Red Bay es un pequeño pueblo pesquero de unos 200 habitantes. Situado en la costa sur de la península de Labrador, en el siglo XVI era un enclave estratégico, en el paso natural de los cetáceos que migraban desde el Ártico hasta el estuario del río San Lorenzo en busca de alimento. El nombre Red Bay (bahía roja) fue más tardío, debido al gran número de tejas rojas desperdigadas en tierra. Eran vestigios de los hornos de procesamiento de grasa de ballena. Así, el enigma resuelto se puso en conocimiento de Parks Canada, una institución gubernamental que vela por su patrimonio cultural y natural. En 1978, su departamento de arqueología comenzó unas prospecciones subacuáticas que no tardaron en dar con los restos de un naufragio. Era la Nao San Juan.

 

   Aún así, transcurrieron años hasta certificar su origen. Su banda de estribor se encontraba en un estado óptimo. Las gélidas aguas (2ºC) que conservaron la madera durante siglos no fueron impedimento para que durante ocho veranos se hallase gran parte de la estructura a 10m de profundidad. Con mimo, pieza a pieza. En el proceso se descubrieron numerosos rastros arrantzales cercanos. Hornos, tonelería, un cementerio con 140 cuerpos y varios pecios en los que aparecieron diversas txalupas. Entre ellas, una casi intacta bajo el casco de la Nao San Juan, que Albaola replicó dos veces. La ‘Butus’, que se expone en Pasaia y la ‘Beothuk’, que se conserva en el Museo de la Evolución Humana en Burgos.

 

   La mayoría de las partes del ballenero volvieron al fondo del mar, en la misma ubicación. Ordenadas y numeradas bajo una gran lona de plástico y protegidas con sacos de arena, descansan a la espera de posibilitar futuras investigaciones. En diciembre de 2007, tras treinta años de trabajo, Parks Canada publicó cinco tomos con los resultados de las indagaciones. Los arqueólogos quedaron impresionados con la calidad de las construcciones.

 

   Las 96 cuadernas que componían el costillaje del barco tenían la misma curvatura de radio, con maderas de unos 5 metros de longitud de una sola pieza, sin juntas ni nudos. Por tanto, los robles utilizados tuvieron que haber sido guiados con moldes. Una técnica habitual y al parecer, exclusivamente vasca, según las averiguaciones de Álvaro de Aragón. Era uno de los secretos de la dureza de estos navíos. «La corona española exigía que sus barcos con destino al nuevo mundo fueran construidos aquí» apunta Xabier Agote, presidente de la Factoría Marítima Vasca Albaola.

 

 

El artículo continua, pero ya es hablando de la industria naval vasca y no del barco.

 

Txibi.

 

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