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El epílogo de Trafalgar (23 de Octubre)


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Buenas noches desde Alicante, a todos los hispanohablantes de este gran juego.

Como cada año, el pasado 21 de octubre, se recordó el suceso determinante de la batalla naval de Trafalgar de 1805. Vi por redes sociales cuadros de Horatio Nelson desfallecido y, sobretodo, pude ver las diferentes ilustraciones del HMS Victory al frente de la flota inglesa, rompiendo la línea franco-española que formaba en media luna.

Me parece épico y me parece normal que los ingleses recuerden la victoria de Trafalgar y especialmente el majestuoso Victory, que encima sigue "en pie" después de tanto tiempo (aunque ya no sería capaz de navegar, según fuentes...); muchos artistas de todo el mundo se han encargado de inmortalizar los momentos de este barco en plena batalla, con sus colores y su complejo aparejo, y no hay mayor belleza ni monumento naval mejor que este barco. 

Pero me he motivado a escribiros por otra cosa: como español desconocía la gran hazaña que hicieron los españoles (y franceses, claro) finalizada la batalla, comenzando dos días después, el 23 de octubre, cuando todo parecía perdido...

-A partir de aquí quiero compartir parte del artículo "El epílogo de Trafalgar" de Agustín Ramón Rodríguez González (del blog de arqueología naval "Espejo de Navegantes"), con alguna pequeña modificación mía y con comentarios que pongo en paréntesis:

 

 

Normalmente, las narraciones de Trafalgar, especialmente las británicas, suelen terminar en la tarde del día 21, con la imagen de Nelson agonizando, pero orgulloso de su gran victoria. Sin embargo, el epílogo de la batalla aún se prolongó varios días, y es tan interesante por tantos motivos, aparte de ser menos recordado, que bien merece que lo resumamos.

Tras la tristísima noche que siguió a aquella verdadera carnicería, el temporal que los barómetros habían anunciado se presentó a la amanecida del 22, con el resto de la flota aliada fondeado en Cádiz o a su entrada, y los victoriosos pero baqueteados británicos con sus 17 presas, custodiadas cada una por entre 70 y 150 hombres.

Cualquiera habría pensado que los heridos Gravina y Escaño se resignarían al aplastante resultado, pero muy lejos de ésto, a las nueve de la mañana del día siguiente, 22, convocaron un consejo de guerra a bordo del Príncipe de Asturias y ordenaron una salida de los buques que estuviesen en estado de navegar y combatir para recuperar las presas hechas por el enemigo.

Pero el temporal eran tan fuerte que hubo que aplazarla hasta el 23, en que calmó un tanto, tomando el mando el capitán de navío más antiguo, el francés Cosmao, uno de los marinos franceses con más arrojo y decisión (no como Villeneuve). Ni el castigado Príncipe de Asturias, ni los San Leandro y San Justo, pudieron tomar parte en la operación, pues por efectos del temporal habían desarbolado en sus fondeaderos.

Así que la división que zarpó al rescate de sus compañeros estuvo compuesta únicamente de los Rayo, Montañés (TODOS queremos pronto este barco en el Naval Action) y San Francisco de Asís españoles, y de los franceses Pluton, Heros, Neptune e Indomptable, aparte de las fragatas y bergantines.

El hecho nos parece una de las mayores demostraciones de heroísmo y de tenacidad en la Historia Naval de cualquier época: a las pocas horas de un combate como el de Trafalgar, en el que habían sido aplastantemente vencidos, siete navíos de la flota aliada salían de nuevo, denodadamente, a rescatar a sus compañeros, sabiendo que tendrían enfrente a los 27 vencedores y, probablemente, a la otra división de seis que no tardaría en reunírseles desde Gibraltar. Aquello era realmente, luchar hasta el final, pretendiendo arrebatar el triunfo de las garras de la victoria enemiga, y todo, en mitad de un temporal, que al final fue mucho peor enemigo que los británicos.

Algo así, de haber sido realizado por cualquier otra marina del mundo, sería justamente celebrado y recordado, pero aquí ha pasado un tanto desapercibido.

Sorprendentemente los británicos apenas presentaron resistencia: Collingwood debía de estar conmocionado por la muerte de Nelson, por las averías de su propio buque insignia, por las grandes pérdidas en su flota y por el agotamiento de todos. Creyó superior la fuerza de rescate, oculta en parte por celajes y chubascos, y tras corto combate, ordenó deshacerse de la mayoría de las presas, incluso con sus dotaciones británicas todavía a bordo, largando los remolques, salvo los Bahama, San Juan Nepomuceno, San Ildefonso y Swiftsure, únicas que conservaron, por haberlas fondeado previamente al socaire del cabo Trafalgar.

En los barcos Santa Ana, Neptuno, Algesiras, Bucentaure y Aigle, las dotaciones se reanimaron al ver el intento de socorro, redujeron a las dotaciones británicas de presa y se liberaron. Por cierto que ello no significó la liberación de Villeneuve, quien en medio de una fuerte depresión, había sido conducido a la fragata Euryalus.

El destrozado Santísima Trinidad los británicos consiguieron evacuarlo, pero no quisieron mover a los agonizantes tripulantes, muchos de ellos con amputaciones de los miembros, por lo que el hermoso navío quedó a merced de las olas hasta hundirse, entre los gemidos de los abandonados moribundos. Algo parecido sucedió en los Argonauta y Redoutable.

 

Naufragio

Hundimiento del Santísima Trinidad en la tormenta, arbolando las dos banderas (¡qué ganas del próximo DLC de banderas históricas!).

 

El temporal fue tan terrible, que incluso los buques, ya liberados, que habían llegado a Cádiz, pero que no pudieron entrar o ser remolcados hasta el puerto, naufragaron en los días siguientes, perdiéndose así el Bucentaure (que ahora se va a "reflotar" con la carestía de los primeras líneas), Indomptable, Aigle y Neptuno.

Incluso le llegó su suerte a algunos de los rescatadores, al San Francisco de Asís que naufragó, y al lento y poco marinero Rayo, que tras el contraataque y perdidos los palos mayor y mesana y el mastelero del trinquete, fondeó en el placer de Rota donde varó. Sin demasiadas complicaciones morales, al día siguiente le atacaron por proa y popa el Donegal (el tres puentes de la división de 6 barcos de refuerzo ingleses) y el Leviathan, ante lo que el lisiado navío no tuvo otra opción que rendirse para hundirse más tarde.

Cabe imaginar el inmenso desastre que siguió al ya terrible de la batalla, con los destrozados navíos naufragando cerca de la costa. Pronto ésta estuvo llena de agotados hombres que intentaban ponerse a salvo, y tanto las cañoneras de las fuerzas sutiles, la guarnición de Cádiz y de las baterías costeras, como las poblaciones inmediatas, hicieron todo lo posible por salvarlos, incluyendo a los numerosos ingleses de las dotaciones de presa.

Collingwood, con sus navíos repletos de heridos españoles, y muy reconocido por el buen trato dado a los náufragos británicos, ofreció el 27 de octubre al gobernador de Cádiz, general marqués de la Solana, desembarcarlos para ser atendidos en tierra, quedando así en libertad. A tan humanitaria medida se le respondió por parte del marqués y de Gravina que quedaban libres los supervivientes británicos de los naufragios, lo que motivó un canje total de prisioneros, no sólo de heridos o enfermos. Sumándose después al acuerdo los franceses. Así, de manera tan caballerosa como humanitaria, se palió un tanto aquel auténtico desastre que hizo aún más luctuosa la batalla.

 

Collingwood

El almirante Collingwood, sucesor de Nelson al mando. (Su respeto merece también ser recordado)

 

(El siguiente párrafo es un extra para los franceses, que en aquellos días fueron honrados aliados...)

Pero todavía el día 30, y cuando las embarcaciones de uno y otro bando, con bandera de parlamento, no dejaban de transportar hombres, cuatro navíos ingleses, de los recién llegados de Gibraltar, intentaron hacerse con el Argonaute, cuando éste era espiado hacia Cádiz, debiendo ser rechazados por el fuego del propio buque, de las baterías del puerto y de las cañoneras. Aquellos fueron los últimos cañonazos de la tremenda batalla.

 

Vemos, por tanto, que a los durísimos efectos de la cruenta lucha, como vemos prolongada en los días sucesivos, sucedieron los del temporal, pero ello tuvo una consecuencia inesperada: en una batalla naval de entonces era muy raro que un buque se hundiera, y de hecho solo uno francés lo hizo durante el combate, al volar su santabárbara. Si hoy quedan numerosos pecios por excavar e investigar, y sería crucial que se hiciese y de la mejor y más completa manera posible (desde aquí transmito mi odio a los cazatesoros), es justamente por ese temporal que culminó la batalla ("La Armada Invencible II", se podría decir). Sería crucial excavar e investigar y hacerlo de manera tan científica como respetuosa, pues se trata de un auténtico cementerio.

Y eso, al menos, es lo que debemos a los hombres de las tres naciones que murieron tan heroicamente en ellos.

 

 

(Para quien no la conocía, os invito a seguir la página web de "Espejo de Navegantes", pues los artículos sobre historia naval son muy interesantes, además de la gran labor que están realizando para dar a conocer con más profundidad los asuntos de los pecios de barcos españoles que actualmente están siendo saqueados por los cazatesoros, como pasó hace años con la fragata de Nuestra Señora de las Mercedes, de la cual tuve el placer de ver sus monedas de oro y plata en el MARQ)

http://abcblogs.abc.es/espejo-de-navegantes/2015/10/20/el-epilogo-de-trafalgar/

Edited by SirAlatriste
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